viernes, 29 de marzo de 2013

¿Sabes?

¿Sabes? Hacía mucho tiempo que no amaba, casi desde que nací. Hace una vida que no miraba con ese sabor dulce que sube desde el estómago y hace cosquillas en el pecho. Me repetí tantas veces que el ser humano era asqueroso, que no merecía vivir y respirar como el resto de la cálida Tierra.
Me lo repetí tantas veces amor... que acabé creyéndome el dolor, el odio y la sangrienta rabia que saboreaba en la lengua. Algo así como hierro y humo, hundiéndose poco a poco en mi pecho, reptando, desgarrando el alma. Dolor por odiar la raza a la que perteneces, dolor infligido por tu propio sentimiento, mutilando cada emoción dulce, amargando cada rayo de luz y transformando las bellas palabras ("eres tan brillante...") en agujas emponzoñadas con mentiras que rozaban el corazón y lo volvían oscuro... gris y afilado.
Tan afilado amor, tan caóticamente afilado que su espinas atacaban y atravesaban su propio tejido. Un arma dolorosa no tanto para quien la sufre como para quien la porta. Una anarquía de rabia y odio que destrozaba el interior y el exterior.
Y entonces tú. Simplemente apareciste allí, en la anarquía más absoluta, en medio de una lluvia negra, donde una guerra constante destrozaba cualquier esperanza sobre mí misma. Donde nadie había osado alzarse tu te alzabas.
Mirando directamente, con la cabeza alta, avanzando paso a paso hacia el negro más profundo. Tu veías debajo, el color, sabías que la chispa estaba allí, temblando, pequeña pero valiente.
Fue esa luz la que te llevó hasta el centro mismo del huracán de tinieblas, avanzaste hacia ella. La rabia, el negro, el rojo bullían a tu alrededor tratando de tocarte, de destruirte, de sacarte del lugar prohibido, donde nadie debería volver a entrar, pero nada consiguieron. El odio gritó en tus oídos pero tan solo podías escuchar la canción de esa pequeña llama azul.
Todos los sentimientos en mí, y hasta yo misma, traté de arrancarte, pero en ese momento me llegó tu olor y ya nada pude contra ti, ni contra tu avance hasta lo más profundo de mí. Te conté mis secretos mejor protegidos, alcanzaste la pequeña llama y la avivaste. Creaste el fuego dentro de mí que desterró el negro, mis ojos volvieron a brillar.
Y de pronto amor... solo quería que te pasara lo mejor, que vivieras bien, no solo que vivieras, que fueras feliz. De pronto... tu eras mi mundo, tu olor era mi droga, tu y yo eramos un huracán imparable... el sueño perfecto. Y aún estoy durmiendo, soñando que te tengo, que esto será interminable, eterno.

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